sábado, 5 de abril de 2014

Los goles que me hicieron llorar

La expresión universal de emociones son las lágrimas y el fútbol me ha hecho derramar lágrimas más de una vez. Concretamente tres. Y dos en un mismo partido. 

La gente nunca ha entendido lo que el fútbol significaba para mi. Además, decían que solo lo veía y que no lo practicaba (realmente nunca tuve grandes dotes para ello) y casi insinuaban que no tenía derecho a sentirme parte de un deporte que me ha dado muchas de las grandes alegrías de mi vida. En parte, mucho de lo que soy hoy es gracias al fútbol. No a jugarlo, si no a verlo. Mi redacción, mi inquietud por viajar a lugares remotos... todo eso por ver y escribir sobre fútbol, y se lo agradezco.

La primera (y la segunda) vez que lloré con un gol, tuvo lugar el 17 de Mayo de 2006. El equipo de mi vida, el FC Barcelona había conseguido colarse en la final de la Champions League tras derrotar en San Siro al Milán y aguantar la eliminatoria con un 0-0 en Barcelona. El equipo dirigido entonces por Frank Rjikaard y comandado por Ronaldinho (este año fue el de su mítico gol de falta al Werder Bremen por debajo de la barrera), Deco, Eto'o y compañía también se había hecho con la liga tres partidos antes del final de ésta lo que había permitido una amplísima preparación para la final. Por su parte, el Arsenal de Arsène Wenger llegaba como verdugo de dos equipos españoles (Real Madrid y Villareal) y se daba por hecho que el Barça podía ser el tercero. En la Premier, la situación había sido bien distinta. El club gunner había quedado en cuarto lugar en liga y la temporada solo podía salvarse con la consecución de la competición continental.
París, era el escenario para la final. Yo tenía 9 años y estaba extasiado por lo importante que era para el Barcelona (según escuchaba en televisión y radio) jugar esta final. Pasaban los días y no veía el momento de que el partido empezase, y finalmente llegó el pitido inicial. Mi padre, mi hermano, mi madre y yo (algo habitual con el fútbol en mi casa) sentados juntos ante el televisor y con Canal + listos para seguir al Barça y yo emocionado a más no poder.
En el minuto 2, Henry nos asusta dos veces. Mal empezamos.
Minuto 18, Ronaldinho da un pase interior excepcional a Eto'o que se queda solo, recorta a Lehmann y este le agarra el tobillo impidiéndole progresar pero el balón cae en los pies de Giuly que empuja el balón a las mallas. Mi casa estalla de júbilo. Pero no. El árbitro expulsa a Lehmann (acción por la cual entraría Manuel Almunia en el campo) e invalida el gol. Acierta a medias. Debía dar ley de la ventaja, pero no lo hizo. Seguía el 0-0.
Minuto 37, aquí vienen las primeras lágrimas: falta lateral que bota Henry y Sol Campbell se eleva por encima de la defensa azulgrana para hacer, de cabeza, el primer gol de la final. Desolación. Esa es la palabra que explica lo que sentí cuando el balón entró. Y como un niño que era, empecé a llorar. A llorar mucho. Mi padre trataba de consolarme, de convencerme de que solo era un juego, pero para mí ya era algo mucho más importante.
Con el descanso me calmé un poco. Lo suficiente para ver la segunda mitad algo más calmado.
Al inicio de la segunda parte, Eto'o lanzó un zapatazo al palo, el cual sentí casi en mi pecho por la necesidad de que ese balón hubiese tocado red, pero tampoco era el momento.
Sería ya en el minuto 70 cuando un balón espectacular de Andrés Iniesta (Ay, Don Andrés...) que Larsson simplemente prolongaría rozando el esférico terminaría en los pies de Eto'o que batiría a un Almunia que pudo hacer muchísimo más en ese disparo. Tablas. Alegría incontenida. Pero no llanto. Ahora solo era un marcador empatado.
Y este sí, el minuto 80 de París, este sería el segundo gol que me haría llorar. Belletti da un pase al hueco hacia Larsson que tras controlar y dar media vuelta devuelve en dos toques a Belletti que controla y golpea con el alma y ayudado por la cooperación de Almunia, anota el segundo gol del Barcelona. Belletti se arodilla y se echa las manos a la cara. Yo en casa, igual. Mi convencimiento en que a pesar de que  quedasen 10 minutos eramos campeones era total. Estábamos a un pasito de la gloria. Y esa noche en París, fue inolvidable. Puyol alzó la 'orejona' y vi a una parte de mi en ese pequeño escenario en el centro del estadio. Fue mágico.

La tercera vez que lloré con un gol tiene su origen en Johannesburgo y su artífice en Andrés Iniesta. Creo que lo que sucedió allí ya es historia y que no es necesario contarlo. Simplemente, en el 116', el silencio se hizo en España y el futbolista español que más merecía ese gol puso su alma y el de España entera en un disparo seco, ante el que Stekelenburg no pudo hacer nada. GOL.













jueves, 3 de abril de 2014

Neymar: la moral dentro y fuera del campo

Cuando Neymar llegó al Barcelona me pareció un fichaje excelente, en un precio mucho más razonable que el galés Bale. No obstante, me asaltaba una gran duda: ¿Sería capaz de afrontar el ritmo de una liga física y más dura que en sudamérica? Además estaba la Champions, donde existían equipos tremendamente físicos (como Celtic) que podrían destrozar al jugador brasileño.

Empezó la temporada fulgurante, dirigiendo el ranking de máximo asistente y despertando el cariño en la afición culé (un cariño que no se ha disipado pese a su mala racha posterior) que encontró en él, el extremo que había perdido el Barça. Además, Messi y él se entendían a la perfección. ¿Qué más podía pedir el barcelonismo?

El comienzo del calvario sería en un partido en el Coliseum contra el Getafe en el que tras un recorte Neymar tuvo que retirarse del terreno de juego lesionado. Pasó un mes sin que el club azulgrana contase con él y llegó justo para jugar la ida con el City. Martino lo dejó en la banca y salió en la segunda mitad, sin mucho que ofrecer. El Barcelona ganó el partido y dejó casi sentenciada la eliminatoria. La vuelta en el Camp Nou lo tuvo dentro del once inicial,  donde vimos a Neymar apagado y poco lúcido, por ello Alexis lo suplió en la segunda mitad. Durante esta época ya habíamos entrado en esa convulsa fase del 'Caso Neymar' donde el socio Jordi Cases demandó al Barcelona por el contrato del joven brasileño. Esto provocó el caos absoluto en Can Barça y también en la vida de Neymar, al que afectó moralmente muchísimo. Entre la lesión que lo había tenido un mes parado y este problema ajeno a lo futbolístico el nivel de Neymar Jr. había descendido hasta el punto de estar muy discutido (coincidiendo con la mejoría en el juego de Pedro y Alexis -segundo máximo anotador del Barça-) aunque su entrenador, el Tata Martino, jamás dudó de él y lo mantuvo en el equipo, por querer recuperar al '11' brasileño.

Según las cosas acerca del contrato del futbolista -dimisión de Sandro Rosell, retirada de la querella contra el Barça- se calmaban, el jugador recuperaba la sonrisa y por tanto la electricidad en su fútbol (como pudimos ver en el partidazo que se marcó frente al Atlético en la ida de la Champions).

Ahora, en unas declaraciones a la televisión brasileña Globo afirma estar "reencontrándose con su mejor versión" algo que esperar los aficionados culés con ansia. Neymar, al 100% es el mejor extremo del mundo y con él en perfectas condiciones y con Messi, el Barça se antoja imparable.